MARÍA QUIROZ Y MIGUEL ÁNGEL ZABALA | LONTUÉ
FABRICACIÓN Y VENTA DE MOTE DE MAÍZ (MOTEMEI), MOTE DE TRIGO, CAFÉ DE TRIGO Y HARINA TOSTADA
María Quiroz se crió en el campo, dentro de la misma región del Maule, junto a una tía que solía preparar todo tipo de alimentos tradicionales como el pan amasado, tortillas, empanadas, queso de cabeza de chancho, harina tostada, y, por supuesto, mote de trigo y de maíz. Todos alimentos que constituían parte fundamental de la dieta de ese tiempo, cuando la comida industrializada aún no se hacía masiva y los hábitos alimenticios tenían estrecha relación con el trabajo en el campo y la manufacturación artesanal de sus productos. Hoy, la industria alimentaria, de consumo y producción masiva y a bajo precio, ha reemplazado la necesidad de producir alimentos a escala doméstica, por la de buscar un trabajo asalariado, por ejemplo, en las áreas de monocultivo, que otorgan a las familias y a los individuos parte del presupuesto mensual para el abastecimiento de los hogares. Así es como las antiguas costumbres de fabricar y conservar sus propios alimentos se han ido perdiendo en las familias de la zona, del país y el mundo en general, por lo que ver una familia que se dedica a la producción y venta de mote pelado con cenizas es un caso especial, ya que incluso este alimento, tan tradicional en la mesa chilena, ha sido sometido a procesamientos químicos a gran escala, cambiando absolutamente su textura, sabor y propiedades.
“El mote es sano, la ceniza es del mismo fuego que uno hace, no con esa cosa que hace mal pal estómago, esa soda con que lo pelan. Ese lo echan en un balde y le echan un líquido y lo sacan no más, esa cosa le hace daño al estómago a la gente y por eso la gente tiene cáncer.”
Recuperando alimentos tradicionales
“La tradición mía yo se la enseñé a un hijo, él también hace mote, ahora no está haciendo si, porque igual es joven él y no es como uno, la juventud de ahora ya no está valiente como pa hacer estas cosas, pero yo le enseñé todas estas cosas y él ha hecho incluso pa vender”
A pesar de existir el mote procesado de manera industrial, la valoración por este producto cuando es elaborado a mano es mucho mayor, y mejor recibido por la comunidad, en especial el mote de maíz, que sólo se puede acceder a él cuando es elaborado de esta forma. En general, en Chile están desapareciendo los personajes que preparan y comercializan el mote de maíz, conocidos como “motemei”. Por ejemplo, en Valparaíso, donde en un momento se reconoció a este personaje como una figura patrimonial y se incitó con ello su consumo y conservación, al día de hoy, ya no queda nadie que lo haga en esa ciudad ya que el bajísimo consumo y la poca rentabilidad del oficio, hicieron que el personaje se reinventara y buscara trabajo en otro lugar. Pero no es éste el caso de María y Miguel, ya que, según cuentan, la venta es muy beneficiosa y su producto forma parte vigente de la dieta de las personas de su comunidad (Molina-Lontué).
“Yo estoy contenta porque el mote de maíz siempre se nos hace poco, la gente nos compra, llevemos lo que llevemos siempre lo vendemos todo, siempre nos quedamos con mote de trigo, pero en el verano se vende más de trigo que de maíz.”
Incluso hay mucha variabilidad en las formas de consumirlo, es decir, se mantiene el producto como parte básica de la dieta, el cual es empleado para distintas funciones y preparaciones, lo que refleja el arraigo cultural que existe con este alimento, su sabor y empleo en las comidas cotidianas, especialmente en la población adulta, que tiene más relación con los hábitos campesinos.
“A la gente le gusta porque es un almuerzo, el mote de maíz usté lo hace como una ensaladita y le pone cilantrito y harto juguito de limón y la gente ya queda satisfecha con eso, es como un almuerzo, los porotos también quedan harto ricos con mote, yo hago lentejas con mote (…) ¿sabe cómo queda bien el mote también? hay gente que prepara el mote con leche, que me compran y me dicen “para hacer con leche” y yo le digo “yo también hago, con canela y me queda rico, se pone en el refri y al otro día se sirve un postre” Hay hartas maneras de ocupar el mote pero la gente a veces no sabe, porque como que ya se está perdiendo la tradición”
Para esta familia, la importancia de la conservación de esta tradición tiene dos aristas, la primera, mantener hábitos alimenticios saludables, alejados de los procesos industriales y de los aditivos químicos, ya que manifiestan su preocupación por el riesgo para el organismo que implica el consumo de alimento industrializados y comida “chatarra”. Es decir, es una preocupación relacionada con el cuerpo y la salud. La segunda cuestión tiene que ver con la relación emocional que se tiene hacia esta técnica, ya que, más que ser un mero procedimiento, es una práctica que enlaza a la comunidad con su pasado reciente y remoto, con sus antepasados directos y con el sentido de sí mismos, que se va invisibilizando cada vez más con la industrialización y tecnologización de los procesos industriales.
“Que la gente se tiene que dar cuenta no más que se está consumiendo algo sano, porque esto no le hace mal al estómago, eso es lo más importante, yo le digo y le explico a la gente, usté está consumiendo algo sano, natural, de los tiempos de antes, de cuando empezaron a hacer la gente antigua, mi mamá, mis abuelos empezaron a hacer este mote.”
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