Cestería en Pita




         RAMONA BURGOS | CESTERÍA EN PITA | LA PALMILLA


Desde el principio de la humanidad el hombre y la mujer han tomado elementos de su entorno natural y los han transformado para su propio beneficio. Construcción de chozas, transformación de pieles para vestirse; piedras, huesos y madera como armas de cacería, vasijas de barro y, más adelante, tejidos y entramados de fibras vegetales y pieles de animales, son elementos que significan los inicios de una historia de la que participamos actualmente. Son símbolos arcaicos que nos conectan a nuestros inicios, a una fuente matrística, la cual remembramos con encanto cada vez que vemos objetos y paisajes con estas características.

En La Palmilla vive Ramona Burgos, una mujer joven y fuerte, oriunda de Cañete. Dedicada con esmero a su familia y a sus pasiones (las artesanías) ha descubierto, en los últimos años, la fibra de la Pita, planta que crece de manera natural en la zona.

De manera autodidacta aprendió a fabricar canastos, platillos y otros adornos y utensilios. Sin conocimiento previo. Solamente tuvo la experiencia de haber visto en un programa de televisión a una persona que tejía canastos. Fue entonces cuando tomó  la iniciativa y se lanzó a la aventura de aprender a fabricarlos. Por ensayo y error, confiando en su intuición, casi por una memoria celular y una sabiduría arcaica de sobrevivencia, logró aprender sola.

Hoy sus productos son muy cotizados por las personas de su comunidad y por los visitantes en temporada de vacaciones.

“Un día empecé a hacer una chihua, así como una cuestión redonda y de ahí empecé a llenarla y llenarla pa` arriba y ahí empecé como a montarla y ahí la empecé a cerrar (…) yo sin saber he hecho tantas cosas porque la mente a una le va diciendo qué puede hacer, y pa` mis hijos era una admiración cuando yo hacía algo, me decían ¿mamá, cómo lo hiciste? No sé cómo lo hacía… es algo que a uno le va naciendo todo el tiempo.”

Imaginario femenino

Este fascinante testimonio es parte del sustento regular de Ramona, pero no es suficiente ni tan bien
pagado como desearía. Por eso trabaja junto a su marido en la temporada de manzanas.  Él es parte de la administración de una plantación y su casa está construida dentro del mismo fundo. Para ella, que es una mujer de origen muy humilde, esta posibilidad ha significado un gran logro personal.

“Aunque una sea casá y todo, pero no hay como tener usted su plata, tener que andarle poniendo caras al marido pa` que le de plata todo el tiempo, en cambio yo me la gano y salgo donde quiero, yo me acostumbré a eso… yo me ganaba mis monedas y salía con mis chiquillos”.

Aunque los canastos de Ramona no son bien pagados, ya que el tiempo que lleva terminarlos es mucho mayor al precio que las personas están dispuestas a pagar, la valoración y afecto que siente el público -especialmente mujeres- por su artesanía es muy grande. Da la impresión como si sus creaciones representaran un imaginario femenino maternal relacionado a los recipientes, vasijas, receptáculos y lugares de contención, calor, cuidado y almacenaje, tal como el útero femenino y su significado en todas las culturas.

“Siempre me mandan a hacer de esos platitos redondos y la parejita, la olla y la tetera, pa` ellos es algo muy lindo la olla y la tetera(…) una señora me mandó a hacer siete teteras, pa` ponerlas en las escaleras.”

Cultivar de este oficio es para Ramona sinónimo de bienestar. Allí es donde ella puede depositar, proyectar y plasmar todo su ser interno, quedando convertido en un objeto perdurable, utilitario, ornamental y con gran contenido simbólico.

“Me siento bien, hago con ganas lo que yo hago, si tengo problemas todo se me va ahí.”




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