Carbonero




SAMUEL GUERRA | CARBONERO | MOLINA

El carbón es un combustible antiquísimo, que puede tener dos orígenes: mineral y vegetal. El de origen mineral o carbón de piedra, es el que se extrae de yacimientos carboníferos (minas de carbón) formados durante miles de años por descomposición de vegetales en condiciones anaeróbicas (ausencia de oxígeno). El carbón vegetal, que es el que nos incumbe, es el combustible fabricado por el ser humano, el cual consiste en someter a altas temperaturas (entre 400º y 700º C) restos de madera u otros vegetales, en un procedimiento que también es ausente de oxígeno. Alrededor del mundo son muchísimas las culturas que fabrican, e incluso viven, de la fabricación y venta de carbón, pero aquí en Chile se hace cada vez más escasa esta práctica debido, principalmente, a la llegada de otras formas de combustible y calefacción como el gas, la electricidad o la parafina, al riesgo para la salud que conlleva la emisión de gas en el proceso del carbón artesanal.

El aprendizaje de un oficio

En Molina conocimos a Don Samuel, quien es un exponente vivo del conocimiento y práctica de la fabricación artesanal de carbón de parra. La aprendió hace aproximadamente una década, trabajando en la comuna de Pencahue, y también en San Pedro, donde la experiencia de fabricación le entregó el conocimiento para poder llegar a hacer sus propios hornos e independizarse.

“Hace como 10 años que me dedico a esto. Estuve en Pencahue, en La Solera, 5 años en San Pedro y ahora estoy aquí (…) Lo aprendí porque yo viajaba mucho a la cordillera, a comprar carbones, allá lo vi y me gustó por la sencilla razón que aquí a uno no lo manda nadie.”

Para fabricar el carbón hay muchas técnicas. Algunas son a base de hoyos en el suelo que se tapan con tierra y por debajo va el fuego. Otros son como grandes canastillos de madera que se van ordenando y tapando con ramas, y por dentro se prende fuego. Don Samuel ocupa la técnica de la hornilla de barro, la cual consiste en hacer un entramado de ramas, formando una semi-esfera, similar a un domo. En fabricar el horno se demoran 2 días armando el canastillo de madera (estructura). Luego se cubren las varillas con barro y se deja reposar 8 días. Enseguida se termina de embarrar y dar la forma final, similar a la de un iglú, y se reposa dos días más. Cuando ya está seco, se enciende. Se le deja una puerta que se cierra con ladrillo cuando se enciende el horno, además, se le van abriendo espacios en las distintas etapas del encendido. El preparado de barro se mezcla con paja, similar al adobe, para una mejor resistencia al quiebre.

“Hay varias formas de hacer el carbón, acá lo hacen con un hoyo en el suelo y lo tapan con tierra pero no queda con el mismo gas de este, lo van tapando con tierra y lo van apagando y esto no pu, yo lo dejo que se apague solo aquí.”

“Antes hacían un montón de leña bien arreglaíta porque tiene que ir de mayor a menor y después venían, le ponían ramas y lo tapaban con tierra y le ponían fuego, y ahí tenían que irlo mojando y pegándolo pa` que no se les rompiera… ya lo cocían y ya estaba hecho y tenían que botarle la tierra, después volverlo a formar de nuevo y aquí no po`, uno arregla la madera y después llega y lo mete, a uno le puede durar 5 años poniéndole madera.”


Estrategias de supervivencia, estrategias de convivencia

Para instalar los hornos, Don Samuel se aprovecha de la poda de los parrones, de modo que la ganancia de la producción de carbón es a medias con el dueño de la viña. Según donde vayan podando, él va fabricando sus hornos cerca, es decir, durante el año puede levantar hornos en distintos puntos de una viña.

La producción de carbón, que es de aproximadamente 30 sacos por cada vez que se enciende el horno, Don Samuel la reparte en los negocios de la comuna y los alrededores, como San Fernando y Romeral, a un precio de $9.000 el saco aproximadamente. Los mayores consumidores de carbón son los locales de pollos asados y las personas que aún se calefaccionan y cocinan con este combustible. Por otro lado, su producción goza de muy buena fama, debido a la buena materia prima (capacidad calórica de la parra) y al buen procedimiento de facturación.

“A la gente de edad le gusta porque tiran unos palitos, después los tapan y tienen su braserito todo el día prendido, dura todo el día y a mí no me gusta porque me compran menos. Hay uno de ese malo que hacen de “pinocho”, ese dura menos que el amor del forastero, prende, después le dan vueltas y se le fueron puras cenizas, claro, pa prender muy bueno, ¿pero le durará media hora? Y este le amanece prendido.”

Así es como Don Samuel cultiva a diario el oficio de carbonero, por el cual siente un gran aprecio ya que no sólo le ofrece el sustento diario, sino que es también un espacio de reafirmación personal, de sociabilidad y distracción.

“Son cosas que a uno le gustan, porque qué va a ir uno a trabajar todo el día a que lo exploten, si aquí, si le hace empeño, gana, no lo manda nadie, eso es lo mejor que tiene.”

“Me siento bien aquí porque me llega harta gente, converso aquí, así que encuentro cortitos los días. Trabajo un rato, descanso, nadie me apura, independiente.”

También Don Samuel siente admiración por el proceso y su mensaje es que esta tradición no se acabe, ya que tiene una larga trayectoria y está cargada de valor sentimental, como llevar calor a las personas, sociabilizar en el trabajo, mantenerse independiente y ejercer el oficio en la libertad del campo.

“Cuando recién se apaga y se corta el gas, empieza a salir el humo por arriba igual que un volcán, las llamaradas salen por arriba, se enfurece igual que el volcán. A mí lo que me gusta es estar viéndolo como prende, como prende el horno oiga, porque realmente que son cosas que ya se han perdío por aquí, así que me dedico a esta cuestión y me gusta.”



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